miércoles, 3 de octubre de 2018

IL WESTERN, IL REGGAE, IL NEXO

¡Saludos lectoras/es! Sean bienvenidxs una entrega más a Moonstomper Fever, un espacio en el que acostumbramos a indagar y analizar cada uno de los valiosos cachitos que conforman el imaginario de la música jamaicana. Hoy os traemos uno de los más curiosos hitos en este recorrido: cómo un género tan marcadamente estadounidense como el Western fue acta de referencia en muchas de las producciones antillanas en el devenir de su cultura popular.

Seguro que mucha de la gente que nos leéis, tenéis por afición el costoso vicio de coleccionar vinilos y, dentro de este grupo, unxs cuantxs igual os habéis hecho ya con las referencias del sello El Paso Records. Cuatro volúmenes en los que la Trilogía del Dólar de Sergio Leone, los ritmos 'al trote' o el sonido de balas que cortan el aire, aglomeran ese espectro de un cine que tanto éxito tuvo a lo largo del siglo pasado. 

Pero, ¿por qué esta extraña conexión? Será nuestra meta por alcanzar. Antes de hacer vuestro próximo pedido, si os molan estas referencias al cine de sucios y desafiantes forasteros, ¡estad al loro!


No fueron pocos los balazos (como Django y su minigun)

Si pensamos en cómo demostrar esta aproximación, seguramente lo primero que se nos venga a la cabeza sean los archiconocidos temas de Lee Perry y sus Upsetters (más de diez referencias las que hemos podido encontrar) o la notable ristra de instrumentales que dejaron los Crystalites. Pero muchos otros fueron los artistas que se aventuraron a rendir tributo a este empolvado género. Es el caso del productor (y artista) Joe Gibbs que, acompañado de sus Destroyers, lanzaría el suculento "Nevada Joe". Otros como Lloyd Charmers (también gran productor) fusionaron enfoques dando como resultado el "Dollars and Bond", con un tema-collage en el que el Spaghetti Western y el peliculero James Bond comparten escena. 


King Stitt, "The Ugly One"
Más curioso fue el caso de King Stitt, personalidad de gran carisma en la época que, además de su creación a la que bautizó como "Lee Van Cleef", se autoproclamó 'The Ugly One'. ¿Que por qué? Sólo tecleen su nombre en Google Imágenes... Y si hablamos de hombres con don de la palabra, no podemos pasar por alto al gran Count Machuki, aquel proto-MC que hizo del micro su mayor aliado. El bueno de Count, según nos han contado, también era un asiduo de sentarse a ver los westerns de Telemadrid tarde sí y tarde también y, un día, uno de sus personajes le inspiró para escribir su "Franco Nero". Casi nada. Aunque en materia de evocación, el hammond que tanto marcó al early reggae tuvo protagonismo en estas gemas. Temarracos como el "Hang'Em High" de Richard Ace han hecho cruzarse algún que otro matojo rodante de lado a lado de la pista, haciendo creer al público más psicotrópico presente que es buen momento de dejarlo. 

Machacantes instrumentales con solos de teclado como piedra angular, intros habladas imitando incluso el acento mexicano o el inglés más sureño, apropiaciones, efectos sonoros, ambientación... músicos, productores y vocalistas que hacían todo cuanto estaba en su mano para transportar a sus oyentes a una realidad tan lejana como dispar pero... ¿por qué? Precisábamos de un especialista en la materia, así que decidimos acudir al único rancho que teníamos en mente: Sweet & Dandy (en el viejo Madrid), lugar de residencia del más buscado, el impasible Antón Rei, el cual no tuvo problema en desempolvar su rifle y unirse a nuestra caravana. 


Por un puñado de ganja: western y reggae en Jamaica

No es fácil imaginar a cowboys forajidos en una isla como Jamaica. Con el clamor constante de la naturaleza sería difícil oír el ruido de unas espuelas, de un relincho cortando el aire o del tambor de un revólver que gira. Los sheriff de Spainsh Town u Ocho Ríos no aplican la ley con severidad y los cuatreros hablan patoise mientras fuman hierba e invocan creencias difusas. En Kingston no viven centauros y nunca ha habido ningún desierto.

The Upsetters, con el tambor cargado
Y sin embargo, los niños y adolescentes de la Jamaica de los 60 se apiñan en las butacas de cines destartalados para ver westerns. En ellos ven reflejado su canon de masculinidad gracias a tipos duros y lapidarios que sobreviven en medio de entornos hostiles. Puede que ese Lejano Oeste de los Estados Unidos haga realmente honor a su nombre cuando se observa desde Jamaica, pero los pistoleros de ambos lugares parece que hablan el mismo idioma. Es el lenguaje de la violencia. Los héroes de las películas son implacables y moralistas, admiten pocos matices y no albergan sitio para las dudas. Es la receta para esos yermos donde escasea la suerte y la vida no vale nada. Exactamente igual que en Jamaica.

Cuando se encienden las luces del cine, los chicos de barrios como Trench Town no ven coyotes en horizontes ocres, pero los badmen locales sí que recuerdan a Billy el Niño, o a Jesse James y su banda. Ocupan las calles pavoneándose y terminan su recorrido en un baile. ¿Y qué es un sound system sino un saloon? Desde que Colin Channer estableció la metáfora, no existe otra más acertada. Las motos son los caballos, los héroes y antihéroes resulta que son los mismos. No hay tanta distancia entre vaqueros y rudeboys. 

En cuanto a la banda sonora, no todo era ska en los dancehalls. Antes de que Jamaica acuñase su propio estilo, sus altavoces reproducían sonidos foráneos, igual que ocurría con las películas. Los jamaicanos vibraban al son de la América negra con la que compartían raíces, bailando R&B y haciendo versiones propias, pero sería ilógico limitarse a la afinidad racial; poner barreras resulta absurdo en los dos sentidos. Los mismos jóvenes negros que idolatraban a los vaqueros blancos del cine también consumían su música, y esto resulta válido tanto en Jamaica como en Estados Unidos. ¿Acaso podía ser de otra forma? 


Figuras del country como Kenny Rogers, Skeeter Davis o Patsy Cline eran reverenciadas en Nashville, en Mississippi y en Kingston, hasta el punto de que Bob Marley lanzó como single una versión de Claude Grey ("One Cup of Coffe"), un tipo de Texas que en sus canciones nombraba a la Biblia. Así, cuando a finales de los 60 apareció el reggae, western y country tuvieron un rol importante, ya sea mediante covers como el de Marley, o apareciendo en el nombre de artistas y temas con referencias al cine.

El singjay Clint Eastwood
Es el caso de dj’s como Clint Eastwood (sic) y Josey Wales, cuyos nombres rinden tributo al actor fetiche del género y a uno de sus personajes más célebres. Lo mismo ocurre con temas de artistas como Derek Harriot, The Crystalites, Clancy Eccles y, sobre todo, los Upsetters del gran Lee Perry, en cuyos títulos se menciona a iconos del western como la serie Bonanza, el forajido Django de Sergio Corbucci, y a actores como Lee Van Cleef o el propio Clint Eastwood, así como sus películas. Por último, resulta significativo que el personaje de Jimmy Cliff en The harder they come (1972) se inmortalice como un pistolero del Lejano Oeste en la sesión de fotos que sale en una escena del film.

Este nexo entre Jamaica y el western, entre el Caribe negro y la América blanca y rural puede sonar extraño, sobre todo teniendo en cuenta el sesgo racista que con frecuencia caracteriza al Sur, pero hay dos factores que ayudan a contextualizarlo. El primero es la hegemonía de Estados Unidos desde principios del siglo XX, que ha convertido a su cultura en la dominante a nivel mundial. En un país anglosajón y cercano como Jamaica, este dominio es más evidente si cabe. La radio, el cine y la música actuaron como herramientas clave. 


En cuanto al segundo aspecto, tanto los jamaicanos como la América country son comunidades rurales y empobrecidas, subordinadas social y económicamente, por lo que en el fondo, sus vivencias serán similares. La música vertebra su identidad y conforma un registro oral que expresa sus preocupaciones y mitos, con frecuencia excluidos de la cultura hegemónica. Este carácter oral conecta muy bien con los cauces de transmisión cultural de la Jamaica de los 60, cuando lo autóctono y popular estaba mal visto y debía ser silenciado, exactamente igual que en la América blanca y profunda del Sur. Así, no resulta extraño que en un contexto de dominio cultural de lo norteamericano, los jamaicanos se vean reflejados en los héroes del cine y las letras de esos granjeros blancos que hablan de desamor y desdicha. Después de todo, tan solo los diferencia el color de piel.

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